diciembre 6, 2023

LEY DE REPARACIÓN HISTÓRICA YA: LES TRAVESTIS Y TRANS SOBREVIVIENTES MERECEN UN RESARCIMIENTO

Existen varios proyectos de Ley de Reparación Histórica Travesti-Trans en el Congreso de la Nación, los cuales se intentarán unificar analizando los mejores puntos de cada uno de ellos.

Reparación Histórica
Magalí Muñíz, integrante del Archivo de la Memoria Trans - Foto de Cristian González

Los años 70 fueron difíciles para todos. Los militares tomaron el poder en marzo de 1976 mediante un golpe de Estado apoyado por la sociedad civil y la iglesia católica, pero rápidamente esa forma tirana de gobernar mediante el terror se volvió una pesadilla para toda la población argentina. Con un gobierno militar desgastado y derrotado en la guerra de Malvinas, en el ‘83 volvía la democracia al país y el 10 de diciembre la sociedad lo celebraba en la Plaza de Mayo junto al recién electo presidente Raúl Alfonsín. Pero esta democracia se mantuvo trunca durante mucho tiempo, ya que algunos sectores sociales no podían ejercerla de manera plena. “Era una persecución total la que sufrimos, nunca llegó la democracia para nosotras”, nos cuenta Magalí Muníz; mujer trans de 60 años, integrante del Archivo de la Memoria Trans.

Magalí comenzó su transición cuando tenía 12 años, en 1976, plena dictadura cívico-militar. Estuvo presa por primera vez a los 16 por ejercer el trabajo sexual y usar ropa femenina. Cuando llegó la democracia creyó que sería libre, pero todavía quedaban los prejuicios sociales, la palabra autorizada de la ciencia, la medicina y todo un sistema heterocentrista y patriarcal que legitimaban la persecución hacía las personas trans establecida en algunos Edictos Policiales. Estas normas eran aplicadas por la policía de manera prejuiciosa con el objetivo de prevenir el desorden en la vía pública y funcionaron como herramientas de represión por excelencia contra travestis y trans durante la democracia.

Los edictos policiales contemplaban una serie de penas aplicadas a delitos o faltas menores que le daban el poder a la policía de detener a una persona de manera preventiva para evitar disturbios en la vía pública y decidir el tiempo de detención. Estas normas se establecieron con la creación del Departamento de Policía de Buenos Aires en 1822 y con el tiempo se agregaron algunos artículos nuevos; tal es el caso del edicto que data de 1932 que establecía como ilícito “encontrarse con un sujeto pervertido en compañía de un menor”, según se indica en el libro Historia de la homosexualidad en la Argentina, de Osvaldo Bazán. Desde entonces se incorporaron el artículo 2°F que permitía la detención por “exhibirse en la vía pública vestidos o disfrazados con ropa del sexo contrario”, y el 2°H que hacía referencia al delito de “incitarse u ofrecerse al acto carnal en la vía pública”. Ambos artículos justificaron el abuso policial contra las personas travestis y trans hasta la derogación de los edictos en 1998. “En Capital teníamos los artículos 2°H y 2°F que te daban 21 días o 30 de detención en la cárcel de Devoto, peladas” —cuenta Magalí mientras se toca el pelo. “En provincia no te mandaban a la cárcel pero te tenían en las comisarías, si el juez era un hijo de puta te podía dar hasta 120 días”.

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Sentada frente a Diputados por la Ley de Reparación Histórica - Foto de Cristian González

Después de haber sido detenida en reiteradas oportunidades por la policía, Magalí junto a sus compañeras que también ejercían la prostitución comenzaron a organizarse y defenderse del maltrato policial. “Nosotras, sin saber, hacíamos activismo antes del activismo. Es loco, porque lo hacíamos en busca de libertad, de comodidades, para que nos dieran comida. Armábamos quilombo dentro y fuera de la comisaría. Cuando empezamos a defendernos en la calle, al principio zafábamos todas, pero después empezaban a venir más policías y mucho más preparados; tipo comando. Aparecían de todos lados. Algunas se escapaban, otras no”.

Muchas personas trans fueron expulsadas de sus familias y la sociedad no les ofrece las posibilidades de acceder a trabajos formales. Además son excluidas del sistema educativo y la mayoría tuvo que someterse a prácticas totalmente perjudiciales para su salud en el afán de modificar sus cuerpos, porque eran discriminadas en los hospitales. Fueron empujadas a sobrevivir mediante la prostitución bajo condiciones vulnerables de existencia, llegando a tener un promedio de vida de 35 años. Marlene Wayar, psicóloga social y activista trans, reflexiona sobre esto y plantea que la persecución contra el colectivo travesti y trans no se trata meramente de violencia institucional, sino de un genocidio. “La violencia institucional es un concepto jurídico para aquellos casos individuales que personas individuales y por diferentes razones, hayan sido institucionalmente violentades. Nosotras, nosotros y nosotres no hemos sido violentades de manera individual, hay una manera sistemática y con un eje fundamental a visibilizar, que es nuestra identidad travesti trans”, explicó.

Magalí es ejemplo de lo que plantea Marlene. Su historia no se encuentra aislada de lo que vivieron las demás personas trans en Argentina. Lo que ella padeció, tanto en tiempos de dictadura como de gobiernos constitucionales, lo padecieron también sus compañeras. Magalí nos contó sobre lo que se conocía en aquella época como “la cárcel de Munro”. Era una comisaría que ya no recibía presos porque anteriormente había ocurrido una fuga; desde entonces funcionó como una “cárcel clandestina para travestis”, detalló. “No nos detenían solamente por ejercer la prostitución. A muchas nos ha pasado que nos han bajado de los colectivos por estar vestidas de mujer. Íbamos a comprar un kilo de pan y nos terminábamos comiendo el pan en la comisaría, o íbamos a una tienda y la misma gente del lugar llamaba a la policía mientras estábamos comprando. Cuando salíamos de la tienda nos estaban esperando”, recuerda Magalí.

En una oportunidad, ya cansada de los malos tratos por parte de la policía (desde golpes, hasta duchas heladas y abuso sexual), Magalí se fugó de una comisaría junto a otras dos compañeras. En medio de un rebelión por las malas condiciones en la que se encontraban las detenidas, lograron romper el vidrio de una puerta dejando un espacio por donde pudieron escapar. El trabajo minucioso y contra reloj de sacar cada pedacito de vidrio que había quedado en la ventana, les dio la recompensa de la libertad que pudieron sentir mientras subían las escaleras que las llevaban a la terraza de la comisaría. “Saltamos a los techos de al lado, que me parece que era de una fábrica porque había obreros que nos miraban sorprendidos”, cuenta mientras abre los ojos grandes y hace un gesto de sorpresa. “La fábrica tenía un portón gigante que estaba abierto y daba justo a la Panamericana, así que bajamos, hicimos dedo y enseguida nos levantaron”.

Exposición en la presentación del libro "Nuestros códigos", del Archivo de la Memoria Trans

 “Seguimos caminando sobre el país porque seguimos naciendo”.

Actualmente existen varios proyectos de Ley de Reparación Histórica Travesti-Trans, con algunas pequeñas diferencias entre sí, que están tratando de ser unificados en el Congreso de la Nación. El objetivo de la norma consiste en otorgar una pensión a las personas trans mayores de 40 años sobrevivientes de la violencia institucional. Según Marlene Wayar esta visión queda chica para la situación de las personas travestis y trans, ya que para ella la violencia ejercida sobre este colectivo supera a la institucional y se da en varios órdenes de la sociedad. “Los transfemicidios, travesticidios y transhomicidios en algunos casos son perpetrados por personas individuales; en otros, por las fuerzas policiales. Pero también la desatención médica, la expulsión del ámbito educativo, la expulsión del ámbito familiar, los discursos de odio desde la prensa y desde sectores religiosos; todo eso, va conformando una violencia sistemática para con un grupo en particular”, explica la activista.

La Ley de Reparación Histórica está pensada para personas Travestis y Trans mayores de 40 consideradas sobrevivientes a un sistema que las relega, margina y las empuja a condiciones de vida vulnerables. “Nosotras como grupo tenemos un promedio de vida de 35 años, cuando el del resto de las personas es de 70, entonces quiere decir que claramente nos están eliminando”, sentencia Marlene. “Hay una frase que me parece muy clara que es que ‘seguimos caminando sobre el país porque seguimos naciendo’, no es que este país no sea exitoso en eliminarnos”, remarca.

Desde este punto de vista, Marlene justifica que el ejercicio de la violencia contra travestis y trans es estructural y se presenta en diferentes esferas de lo social. “Lo que nosotres buscamos, en principio, es que el Estado reconozca esta cuestión; que no es mera violencia institucional, es un ejercicio genocida con una ideología particular que se va colando de muchísimas maneras en todas las autorizaciones”, aclara. De esta forma, Marlene, concluye que la responsabilidad es de todes: “El Estado debe reconocerse perpetrador de esto, debe estudiar cuáles fueron las maneras y como se imbrican esas formas de exclusión, de violencia, de persecución, de eliminación de personas. Debe decir quiénes son los responsables y caratular esas responsabilidades penalmente”.

Magalí Muñiz es un claro ejemplo de las violencias a las que son sometidas las personas trans. Luego de uno de los tantos enfrentamientos contra la policía, y posteriores disturbios en la comisaría, Magalí fue trasladada a la cárcel de Olmos. “Esa fue una de las cosas más feas que pasé”, cuenta. A pesar de la difícil situación, supo tener un romance con otro convicto durante el tiempo que estuvo en prisión, pero debió ser a escondidas de los guardias.

Reparación Histórica
Marlene Wayar en una de sus labores como activista

La cárcel no era la única institución de castigo para las personas trans. En una oportunidad, Magalí fue enviada a un hospital psiquiátrico. “El juez me dijo ‘vos estás loco’ y me mandó al Melchor Romero. Ahí no la pasé tan mal y me encontré a un vecino del barrio que era delincuente y se hacía pasar por loco para no estar en la prisión”, comenta. Para ella ese lugar era mejor que la cárcel, porque ahí los mantenían drogados. “Vivía como en una nube y tomábamos pastillas para escapar de la realidad”. En ese entonces, Magalí no llegaba a los 30 años y ya había atravesado varias situaciones denigrantes y violentas. Claramente, a sus 60 años, es una sobreviviente y el Estado le debe un resarcimiento por no haberle garantizado las mismas oportunidades que a los demás, solo por su identidad de género. La Ley de Reparación Histórica no es un privilegio, es un reconocimiento de las falencias del Estado para con las personas trans; tanto en dictadura como en democracia.

Para Magalí la democracia de las personas trans llegó en 2012 con la Ley de Identidad de Género. Esta, junto a otras normas como la Ley de Cupo Laboral y la de Matrimonio Igualitario, son parte de un conjunto de derechos conseguidos gracias a la lucha de la comunidad LGBTIQ durante tanto tiempo. Para Marlene, sin embargo, la verdadera igualdad se dará cuando las personas trans tengan la “posibilidad de gestionar sus propias vidas en autonomía”. Incluso, ante el avance de la ultraderecha en las últimas elecciones, Marlene se plantea cómo sería el escenario para las personas trans: “No podría asegurar nada porque entre la violencia explícita y la violencia pasiva, la gradiente es menor. Nosotres hemos vivido la violencia y hemos sobrevivido a esta. Quizás ha sido más cruel e inoficioso un Estado que dice para afuera (frente a otras naciones) ser igualitario, inclusivo y todo lo demás y para adentro la verdad que no se nota. Existimos algunas personas que vivimos bien porque nos tienen para la foto capturada”, sentencia. En 2023 todavía nos falta Tehuel, joven trans desaparecido hace más de dos años mientras viajaba a una entrevista laboral. A Sofi Fernández la mataron en una comisaría de Pilar tras una detención dudosa, y a Viviana Varoni la asesinaron mientras ejercía la prostitución a sus 65 años de edad. Elles son apenas tres ejemplos de lo que padecen las personas travestis y trans en nuestras sociedades. Marlene Wayar lo resume claramente cuando dice: “‘Tengo un cementerio en la cabeza’ no es una mera frase, tengo muchas más amigas y amigos muertos que en vida”.

>TE PUEDE INTERESAR: PERSONAS TRANS REALIZARON UNA SENTADA FRENTE A DIPUTADOS POR LA LEY DE REPARACIÓN HISTÓRICA

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